Si hay una conversación difícil, esa es la que estamos dilatando tener con nuestro jefe. En esta nota te contamos cómo abordar este tipo de conversaciones para que deje de ser un pendiente en tu agenda.
La peor conversación es la que aún no tuvimos porque evitamos actuar. Pero está comprobado que deja de ser un tema cuando realmente atravesamos el momento y vencemos el miedo. Y para eso lo mejor es prepararse.
Lejos de rumiar, encarar una charla sobre el nivel salarial, las suba de responsabilidades sin remuneración acorde, la falta de comunicación en el equipo, la ausencia de cooperación de parte de otras áreas, la incomodidad frente a decisiones que nos impactan a nivel personal, cualquiera de ellas o varias juntas; son motivo más que suficiente para hablar. Quedarnos con una conversación interna que no lleva a ningún lugar desde ya no es el camino.
Voz experta
Para saber cómo abordar estas situaciones, consultamos a Marcela Allende, psicóloga, coach y experta en gestión del talento, para que nos comparta su visión. Para abrir esta conversación se remonta a la etimología de la palabra. Conversar proviene del término en latín ‘conversāre’, cuyo significado literal era ‘dar vueltas en compañía’. “Pero las vueltas a las que aludía el vocablo no hacían referencia al hecho de girar físicamente, sino a los giros que daban las ideas, palabras y pensamientos a través de la charla entre diferentes individuos”, aclara Marcela.
“Construir un espacio conversacional positivo, es siempre un desafío, sobre todo si el tema a abordar nos resulta espinoso, y esto puede generarnos inquietud, ponernos en alerta y muy ansiosos. Una conversación difícil está atravesada por un sin número de variables, pero sobre todo de una enorme emocionalidad”, asegura.
Para Marcela en las organizaciones se entiende equivocadamente a la comunicación como una habilidad soft. “Contar con habilidades para comunicarse de manera eficaz es una tarea que requiere de aprendizaje, y sobre todo de autoconocimiento. Nada soft, sin duda. Llevar adelante conversaciones más abiertas, empáticas, y efectivas se transforma entonces, en una competencia estratégica, que debe entrenarse, y es absolutamente necesaria para la salud de las organizaciones y de sus equipos de trabajo”, apunta.
¿Qué es lo primero que tenemos que hacer cuando queremos encarar una conversación difícil por ejmplo con nuestro jefe?
Para empezar a pensar sobre este tema, lo primero que podemos decir es que siempre abordar un tema que consideramos difícil con otra persona, nos genera un estado de ansiedad o preocupación que es fundamental reconocer y tener en cuenta, como un “ingrediente” importante para afrontar esa situación.
Si esta charla es en el ámbito laboral y con alguien con quien frecuentemente se nos hace complicado conversar, la situación puede resultar aún más compleja. Entonces es clave identificar qué sentimos o que nos genera emocionalmente enfrentar esa situación. Siempre el espacio de una conversación está atravesado por una compleja trama de emociones y además siempre conversamos y tomamos decisiones influidos por ellas.
El primer aspecto a tener en cuenta es reflexionar acerca de qué me produce plantear este tema? ¿Qué siento cuando tengo que hablar de algo que me resulta difícil de afrontar? ¿Por qué siento esto? ¿Qué cosas se ponen en juego? ¿Cuál es mi emoción predominante frente a esta situación?
Otro aspecto muy importante a tener en cuenta es el ¿para qué? ¿Cuál es el principal propósito de este encuentro que quiero tener con esta persona? Tener en claro cuál es el objetivo que deseo alcanzar a través de una charla, es fundamental para ser asertivo, transmitir con mayor claridad que quiero decir y, que deseo que suceda después de este encuentro.
Entonces, mantenerme en calma, gestionar mi estado emocional y disponerme a escuchar de manera activa, son los primeros pasos claves para iniciar una conversación efectiva.
¿Nos podemos preparar?
Por supuesto. En una conversación coexisten “otras conversaciones” que están presentes y de manera simultánea una conversación pública que mantengo con la otra persona y una conversación privada que es la que mantenemos con nosotros mismos, en la que enjuiciamos lo que sucede en la conversación pública.
Nuestra conversación privada se trasluce en aquello que decimos y no decimos -lo gestual, el tono de mi voz, mi actitud- y mucho de esto permanece en un punto ciego para nuestra propia conciencia.
Para comenzar a ordenar estos distintos planos que se presentan debemos prepararnos antes, conociendo cómo es mi estilo comunicacional, determinando si es el momento adecuado para hablar con esa persona, reuniendo información (hechos y no sensaciones) para llegar preparado a ese espacio, buscando un tiempo y lugar apropiados. Y reconocer qué emociones me genera el tema y la persona con la que deseo conversar (registro del tipo de vínculo) y qué espero de ese intercambio con otro.
¿Cómo gestionamos nuestras expectativas?
Nuestras expectativas en relación a los resultados esperados de una conversación importante pueden gestionarse a través de dos acciones fundamentales que considero que al ponerlas en práctica tienden “un verdadero puente” entre el hablar y el escuchar: proponer e indagar.
Proponer es poder hablar con la otra persona desde mis inquietudes, dando a conocer mi forma de observar la situación acerca de la cual conversamos y traer a la charla los cursos de acción que considero más adecuados.
Indagar, por su parte, nos desafía a escuchar de manera empática como dice Steven Covey, preguntándole al otro, dándole la oportunidad para que nos muestre sus propias inquietudes. Y así conocer su forma de observar el mundo, la situación y los cursos de acción que el otro considera más apropiados.
Es ahí donde se construye un puente sólido que permite entrar en el marco referencial del otro, sin dejar de poner sobre la mesa, y de manera clara, mis propias expectativas.
Cerrar de manera adecuada el encuentro es también un paso importante: verificar aquello que escuchó (no dar nada por sobrentendido), buscar juntos posibles soluciones, repasar lo conversado antes de cerrar el espacio, generar acuerdos y revisar pendientes para un posible próximo encuentro.
¿Qué es lo más difícil de una conversación difícil?
Creo que lo más difícil es tener la predisposición de conocernos un poco más, de tener una actitud reflexiva hacia nosotros mismos y reconocer cuál es nuestra manera de comunicarnos. Sabiendo que todos tenemos una tendencia hacia un estilo de comunicación característico, pero que a la vez puede modificarse en función de la relación y el vínculo establecido en cada momento. Lo importante es parar, detenernos, suspender los juicios que asumimos sobre nuestro interlocutor y prestar atención, para así poder establecer un estilo de comunicación asertivo, que nos permita mejorar a cada momento nuestras relaciones con los demás.